A veces los compañeros de mi hija vienen a visitarme y me dicen que quieren jugar en la consola. Como cualquier padre, yo, por supuesto, estoy un poco nervioso: ya sabes, tienen 13 años, las hormonas pueden incluso romper mi consola...
La hijita se acerca y le susurra al oído: ¡Papá, ahora te diré una cosa, te estás volviendo loca! El padre, carraspeando, responde: gracias hija... no hace falta... ¡ya estoy loco!